En deuda con San José

En deuda con San José

EN DEUDA CON SAN JOSÉ

Por María Dolores Martínez 


El pasado 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Santo Padre, el Papa Francisco, convocó el ‘Año de San José’ para celebrar el 150º aniversario de la declaración del Custodio de la Sagrada Familia como Patrono de la Iglesia Universal. Con la Carta Apostólica Patris Corde (Con corazón de Padre) y el Decreto de la Penitenciaría Apostólica, publicados por el Vaticano con ocasión de esta importantísima efeméride, no sólo se invitaba a toda la Iglesia a profundizar, a acercarse más a la figura del Custodio de la Sagrada Familia y a conseguir el don de indulgencias especiales (especialmente en los días dedicados a su memoria: el 19 de marzo y el 1 de mayo) sino que también se ensalzaba con toda justicia y merecimiento el nombre de quien en la tierra, y ahora en el Cielo, ha estado más cerca de Jesús y de su Santísima Madre y ha sabido cumplir siempre fielmente la voluntad de Dios. 

Su papel como Custodio de la Sagrada Familia y de la Iglesia quedaba reflejado ya en la Exhortación Apostólica “Redemptoris Custos”, publicada por San Juan Pablo II el 15 de agosto de 1989. “Desde los primeros siglos, los padres de la Iglesia, inspirándose en el evangelio, han subrayado que San José, al igual que cuidó amorosamente de María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen santa es figura y modelo”.

En plena sintonía con este ‘Año de San José’ los templos lo han colocado también en un lugar preferente y le han dedicado retiros, ejercicios y celebraciones especiales, como es el caso de nuestra Basílica de las Angustias. El pasado miércoles, 10 de marzo, ‘El silencio de San José’ fue el tema escogido para la oración y meditación guiada por el Hermano Mayor, Miguel Luis López-Guadalupe, en el contexto de los Ejercicios Cuaresmales, y el sábado 20 la Basílica volvía a ser escenario de un retiro con el fin de interiorizar la Carta Apostólica Patris Corde.

Pese a que inexplicablemente la figura de San José tardó en entroncarse en la devoción popular, su reconocimiento empieza a tomar fuerza en el siglo XV con la introducción de su festividad del 19 de marzo, gracias a Sixto IV, y posteriormente con la declaración como “Patrono de la Iglesia Universal” en 1870 y la celebración desde 1955 de la festividad de San José Obrero, el 1 de mayo. La plasmación y proliferación de su figura en obras de arte, su ejemplo para la vida contemplativa y el testimonio de figuras destacadas de la mística, como Santa Teresa de Jesús, también han sido claves en su mayor realce. “…y tomé por abogado y señor al Glorioso San José, encomendeme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores de honra y pérdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. ” (Del libro de la vida de Santa Teresa) 

Por lo que respecta a las oraciones que tradicionalmente se han dedicado al Custodio del Redentor ocupan un papel destacado la de San León XIII, el Devoto Oficio de San José, las Letanías en su honor, la Novena y el Triduo, el Ejercicio de los Siete Domingos previos a su festividad (con los correspondientes dolores y gozos del Patriarca San José), las oraciones para el 19 de cada mes, el Ejercicio de los miércoles y de todo el mes de marzo, el Trisagio Josefino y la devoción del Cordón de San José. Su papel como especial mediador también se hace muy presente cuando se le invoca en favor de la familia, para alcanzar la castidad, por los emigrantes, agonizantes, almas del purgatorio, religiosas y como Patrono de la buena muerte.  

Junto a estas oraciones, la Carta Apostólica Patris Corde hace referencia a otras dos, muy especiales para el Santo Padre.  La primera de ellas la recita el Papa Francisco desde hace más de cuarenta años y representa un “cierto reto a San José”. 

Todos los días, durante más de cuarenta años, después de Laudes, recito una oración a san José tomada de un libro de devociones francés del siglo XIX, de la Congregación de las Religiosas de Jesús y María, que expresa devoción, confianza y un cierto reto a san José: 

«Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén».

En la Carta Apostólica también figura la siguiente, a modo de propuesta personal: 

Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.



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