CORONA DE REINA: DONACIÓN DE ISABEL II A LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS (1846)

 Esta singular corona fue durante casi setenta años la corona más preciada de la Hermandad, colocada sobre las sienes de nuestra Patrona en las ocasiones más importantes y, desde luego, siempre que visitó su camarín algún miembro de la familia real.

Es el fruto de gratitud de una reina adolescente, que la encargó, mediando la voluntad del Patriarca de las Indias y obispo de Córdoba, el granadino D. Juan José Bonel y Orbe, natural de Pinos del Valle. Así se expresaba la reina, con apenas trece años:

“Enterada por vosotros del prodigioso amparo que debido a vuestra ínclita Patrona, en cuyo especial auxilio tenéis siempre fundada esperanza, determiné rendirle homenaje con una corona de oro, que fuera en todo tiempo testigo vivo de mi gratitud, de mi acatamiento y cordial devoción a la Santísima Virgen”.

El agónico final de la regencia de Espartero tuvo un especial significado político y religioso para Granada. Enarbolando la causa de Isabel, la victoria final sobre el Regente, que precipitó la proclamación de la mayoría de edad de la reina, relanzó la vinculación de Granada con la casa real. Y la reina lo expresó en dos concesiones muy significativas: el título de “Heroica” para la ciudad junto al cuartel heráldico que muestra el pendón colocado en la Torre de la Vela, y la corona de oro para la Virgen de las Angustias. Dos señas de identidad granadinas que, a la par, entroncaban con la fama y memoria de la primera Isabel, la Católica.

No pasó desapercibido a las instancias regias que Nuestra Señora de las Angustias permaneció en andas en aquel verano de 1843 mientras duró el sitio de Granada. Y que muchas madres la visitaban a diario al ver a sus hijos empuñar las armas. Aún más, la tropa resistente, bajo la autoridad de la junta provincial, la adoptó como “generala”.

La dadivosa Isabel II, entroncado como nadie con las costumbres populares, hizo muchos regalos a imágenes de singular devoción por toda España. Pero la primera de sus dádivas fue para la Patrona de Granada, a la que tanto decía agradecer.

Sobre esta singularidad, otra mayor por su excepcionalidad: con la presea isabelina la Virgen fue coronada en la Catedral en una solemne ceremonia religiosa, que tuvo lugar el día de la Encarnación, tan significativo para la Iglesia de Granada, de 1846. Se cumplen ahora 175 años.

Aquella cuaresma (el 25 fue miércoles de la cuarta semana de Cuaresma) fue muy señalada para la Hermandad, que ya se consideraba “patronal” sin dejar de ser penitencial, aunque procesionaba a veces en Semana Santa y otras en Pascua (todavía lo hizo en Jueves Santo en 1858). Entregaron la corona en nombre de la reina el senador Conde Santa Ana D. Antonio de Mora, el diputado a Cortes D. José Pareja y el Diputado Provincial D. Juan Vázquez. Predico en tan señalada ocasión D. Antonio Arce y Peñuela, quien prestara su encendido verbo en tantas ocasiones a la Virgen de las Angustias. Y consumó la coronación, antes de comenzar la misa, pues la mitra granadina llevaba muchos años vacante, el gobernador del arzobispado, probablemente D. Juan Bautista Giménez de la Serna, catedrático de la Universidad (aunque también podría haber sido alguno de sus antecesores, D. Francisco Fernández o D. Bartolomé Venegas).

 

- Corona de oro (de 20 quilates), con elementos orientalizantes.

- Ráfaga plateada, sobre modelos madrileños del siglo XVIII, con palmetas y estrellas.

- Originalidad de los ángeles que flanquean la bola del mundo.

- Coste: 34.260 reales y 8 maravedíes.

- Real Fábrica de Platería Martínez (director D. Pablo Cabrero), finalizada en mayo de 1844.

(Fuente: Fernando A. Martín: El regalo de Isabel II a Nuestra Señora de las Angustias)

 

Romance del Marqués de Gerona a la Virgen de las Angustias

 

Por Generala otra vez

la voz popular te aclama,

cuando en intestina lid

arde la mísera España.

Nube preñada de rayos

sobre la Vega tronaba;

Tú, Virgen, la disipaste,

como las sombras el alba.

Esa corona de espinas

en triunfal, ¡oh Reina! cambia,

que al capitán se le debe

tanto honor en la batalla.

¡Salve, pues, Virgen que vences!

¡Salve, pues, Madre que amparas!

¡Salve, celestial Patrona

de tu siempre fiel Granada!

 

(José de Castro y Orozco, 1864)